Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1510
Legislatura: 1893-1894 (Cortes de 1893 a 1895)
Sesión: 4 de abril de 1894
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 98, 3292-3294
Tema: Presentación del nuevo Ministerio

El Sr. Presidente del CONSEJO DE MINISTROS (Sagasta): Señores Diputados, al reanudarse las sesiones de las Cortes después de tan largo interregno parlamentario, cumplo con mucho gusto el que yo considero mi primer deber, de presentar a los Cuerpos Colegisladores del nuevo Ministerio, como resultado de la última crisis ministerial.

El Ministerio anterior creyó que antes de tomar acuerdo para reunir las Cortes, debía examinar y resolver todas las cuestiones que en su día podían ser objeto de discusión en el Parlamento. Así lo hizo; y conformes todos los Ministros absolutamente en el fondo y en el espíritu de todas ellas, no lo estuvieron tanto respecto de algunas en cuanto al procedimiento que hubiera de seguirse para su resolución y en cuanto al tiempo oportuno en que debieran resolverse. [3292]

Estas pequeñas diferencias, que pueden existir y que existen siempre en toda colectividad y en todo partido sin inconveniente ninguno, no pueden existir, sin embargo, dentro de un Ministerio sin que produzcan vacilaciones en sus acuerdos, lentitud en sus procedimientos, y, en definitiva, perturbación en la marcha del Gobierno; y en el deseo de evitar estas complicaciones o estos obstáculos al Ministerio, algunos Ministros ofrecieron su dimisión.

No debo ocultar que no influyó poco en la resolución de estos dignos compañeros nuestros la idea, en mi concepto equivocada, de que quince meses de una lucha constante con intereses encontrados les habían atraído resentimientos y animosidades que pudieran dificultar la resolución de aquellos mismos problemas que otros hombres del partido liberal, que no tuvieron necesidad de empeñarse tanto en la lucha, pudieran fácilmente resolver. De cualquier modo, por una u otra causa, o por las dos a la vez, esos dignos compañeros ofrecieron y presentaron sus dimisiones. Pero la importancia que dentro del Gobierno tenían y que legítimamente tienen dentro del partido liberal, por una parte, y los deseos por otra, de facilitar una resolución que diera al Ministerio aquella unidad absoluta, necesaria en todo para que el Gobierno pudiera marchar con expedición y con desembarazo, impulsaron a los demás Ministros a presentar también las suyas; y de ese modo se generalizó la crisis, a pesar de mis grandes esfuerzos por evitarla y a pesar de mi gran deseo de que el Ministerio, tal como estaba constituido, se presentara a las Cortes a responder de sus actos en el largo interregno parlamentario que hemos tenido, sin perjuicio de dilucidar después las diferencias que, no en puntos de doctrina, sino de procedimiento o de ocasión, nos separaban; diferencias pasajeras y momentáneas porque en asuntos de gobierno el procedimiento y la ocasión dependen más de las circunstancias en cada momento que de la voluntad de los gobernantes. Mis esfuerzos fueron inútiles y los Ministros insistieron en sus dimisiones.

Así las cosas, tuve la honra de conferenciar con S. M. la Reina y S. M. tuvo la dignación de encargarme que procurara, oyendo otra vez a mis compañeros, y en cuanto fuera posible, evitar la crisis; pero que si no lo podía evitar, que me encargara de reconstituir el Ministerio tal y como yo creyera conveniente a los intereses y a los fines del Gobierno. No me fue posible, repito, evitar la crisis, y cumpliendo el mandato de S. M., tuve la honra de ofrecer a su Real aprobación el Ministerio tal y como está constituido, tal y como tengo el honor de presentarlo al Congreso, sin necesidad de hacerlo individualmente de cada uno de los Ministros porque todos son conocidos de los Sres. Diputados. Uno de nuestros compañeros falta de entre nosotros: el Ministro de Fomento, Sr. Groizard, víctima en estos momentos de acerbo dolor ante el peligro de una desgracia irreparable.

Claro es, Sres. Diputados, que siendo los Ministros entrantes, como los salientes, individuos del partido liberal, y habiendo aceptado los unos y los otros el programa de este partido, la política de este Ministerio no puede menos de ser la misma política del Ministerio anterior, y es la siguiente. En lo político, el afianzamiento de todas las libertades consignadas en nuestras leyes, y la sinceridad completa en el ejercicio de todo derecho, lo mismo por parte de los gobernantes que de parte de los gobernados, y más todavía de parte de los gobernantes que de parte de los gobernados; en lo económico y en lo administrativo, la mejora de la administración en todos sus ramos y la más pronta nivelación de los presupuestos, sin olvidar ninguna aspiración legítima, sin desatender ninguna verdadera necesidad, sin perjudicar ningún servicio; antes al contrario, procurando mejorarlos todos, y muy especialmente aquellos que se refieren a la paz pública, a la integridad del territorio, a la defensa del orden social y al crédito de la Nación.

Si la política del Ministerio actual es la misma que la del Ministerio anterior, claro está que con aquellas modificaciones que la experiencia haya acreditado desde que el partido liberal subió al poder y que más pronto y rápidamente nos conduzcan a obtener los resultados y los fines que tanto el Ministerio anterior como este Ministerio se han propuesto, yo espero confiadamente en que he de hallar el mismo apoyo para este Ministerio que encontré para el Ministerio anterior, y que los liberales todos, en interés de su partido, y sobre todo en interés del país, han de ayudar para contribuir a la resolución del problema económico, como un día ayudaron a resolver el problema político, que no ofrecía menos dificultades que ha ofrecido y que pueda ofrecer en adelante el problema económico.

Bien sé que esto ha de imponernos sacrificios grandes; bien sé que la tarea es difícil, que para llevarla a cabo se necesita el concurso de todos, que los que tenemos necesidad de quebrantar, de lastimar intereses locales, intereses regionales más o menos legítimos, siquiera sea en aras de los intereses permanentes y sagrados de la sociedad, de las instituciones y de la Patria, que los que acometemos esa empresa nos gastamos y nos quebrantamos, pero esos son los sacrificios que deben los Gobiernos y los partidos al país, porque la empresa es difícil, debemos acometerla con mayor interés y hacer los mayores esfuerzos para realizarla, en la seguridad de que los sacrificios que hoy no hagamos y que aplicados a tiempo pueden ser remedio a todos nuestros males, los tendremos que hacer mañana con creces, y acaso estérilmente; porque acudiendo tarde con el remedio, puede haberse hecho ya incurable el mal, y entonces será segura la catástrofe.

Señores Diputados, los tiempos no se presentan en ninguna parte bonancibles, y en España, como en todas partes, la nave del Estado navega entre escollos peligrosos. En medio de estos escollos, hemos de resolver todavía los grandes problemas que ya tenemos planteados, y de los cuales dependen esencialmente la normalidad y el desahogo de la vida interior del país; normalidad y desahogo sin los cuales es imposible pensar en mayores empresas, ni menos en recuperar aquel puesto preeminente que tan gallardamente supo España ocupar un día entre las Naciones más poderosas de la tierra. Para resolver los grandes problemas que al bien de la Patria interesan, en medio de las dificultades que nos rodean, el Gobierno tiene voluntad y brío; pero necesita, además del apoyo de sus amigos, la templanza y la moderación de sus adversarios. A los amigos pido, por tanto, su apoyo, en nombre del partido liberal; a [3293] los adversarios les pido templanza y moderación, en nombre del patriotismo. He dicho.



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